Lograr nuestras metas implica más que solo trabajo arduo y disciplina; la clave real es la motivación. La palabra “motivación”, un derivado de motivo, que viene del latín tardío motivus (adj.), de motus, participio pasado de movere, ‘mover’, que reflejan el impulso hacia la toma de acciones.
La psicología destaca la importancia de la motivación, ya sea que surja desde lo más profundo de nuestro ser (motivación intrínseca) o que venga del entorno y lo social (motivación extrínseca), en nuestro bienestar. Actúa como catalizador para lograr nuestras metas a corto y largo plazo.
Sin embargo, no podemos pasar por alto la desmotivación, un fenómeno que puede hacer que nos sintamos estancados, e incapaces de alcanzar nuestras metas.
La desmotivación suele subestimarse, y muchos de nosotros caemos en la trampa de saboteamos a nosotros mismos. Por ejemplo, al comenzar un nuevo proyecto, nos concentramos en los desafíos externos, sin prestar atención a la indecisión, el miedo y otros factores internos que nos paralizan. La desmotivación, manifestada como bloqueo emocional, puede generar inquietud y angustia.
Entender la relación entre motivación y metas es esencial para abordar la desmotivación con empatía y estrategias personalizadas.
El primer paso para crear estrategias ante la desmotivación es comprender las motivaciones intrínsecas y extrínsecas que nos impulsan. Preguntas reflexivas como:
- ¿Por qué persigo esta meta?
- ¿Qué significado tiene para mí?
- ¿Qué me inspira a levantarme cada mañana con entusiasmo?
- ¿Qué actividades me hacen sentir más vivo y conectado?
- ¿Qué logros personales me llenan de orgullo y satisfacción?
- ¿Cuáles son los valores fundamentales que guían mis decisiones?
- ¿Cómo me visualizo alcanzando mis metas a largo plazo?
- ¿Qué aspectos de mi vida actual me gustaría mejorar o cambiar?
- ¿Cómo me siento cuando enfrento desafíos y supero obstáculos?
- ¿Cuáles son los momentos en los que me he sentido más realizado/a?
Este tipo de preguntas nos dan claridad sobre nuestros verdaderos impulsos y deseos. Al conocerlos, podemos evitar y gestionar conflictos internos que nos llevan a la desmotivación y nos permite establecer una conexión más profunda con el propósito.
La gestión del miedo es el segundo paso crucial. En lugar de dejar que el miedo paralice, podemos utilizarlo como recordatorio de la importancia de la meta. Enfrentar el miedo con valentía fortalece la determinación y redirige la energía hacia la motivación.
La adaptabilidad y resiliencia son parte del camino hacia las metas. Ver los contratiempos como lecciones de aprendizaje y ajustar la estrategia fomenta una motivación flexible y sostenible.
Finalmente tengamos presente reconocer y celebrar cada paso, esto refuerza el sentimiento de logro y también crea un ciclo positivo de motivación.
Con estas estrategias ahora puedes canalizar la motivación hacia tus metas desde un enfoque consciente =)
¡Adelante con tus metas!
Si quieres una consulta, puedes hacer una cita a través de Doctoralia. Y si te gustó este artículo hay más en nuesto blog.